Palabras de espiritualidad

¡Paciencia, paciencia y más paciencia!

    • Foto: Silviu Cluci

      Foto: Silviu Cluci

No hay bajo el sol nada más doloroso que un cristiano que, sabiendo leer, no tiene una Biblia en su casa; o que, teniéndola, no la lee diariamente, para obtener de ella Gracia y fuerzas.

Decía el padre Vicente Mălău:

Tengan la certeza de que quien odia a su semejante —aún teniendo motivos para molestarse con él—, se hace tan culpable, que merece ser llevado ante la más alta instancia de juicio. Por su parte, aquel que difama y denigra a su prójimo, es como un asesino: digno del peor de los castigos.

Y agregaba:

No hay bajo el sol nada más doloroso que un cristiano que, sabiendo leer, no tiene una Biblia en su casa; o que, teniéndola, no la lee diariamente, para obtener de ella Gracia y fuerzas.

Antes de partir a (la región de) Banat, dos discípulos suyos vinieron a buscarle, el hieromonje Clemente y el monje Cleopa, quienes le dijeron muy apesadumbrados:

Venerable, padre, díganos algunas palabras de provecho antes de partir para no vernos más.

El padre Vicente, poniendo afectuosamente una mano sobre la cabeza del padre Cleopa y con la otra golpeando levemente sobre la mesa, dijo:

Escúchame, padre Cleopa, escucha lo que este cura va a decirte. Estas son mis últimas palabras: ¡paciencia, paciencia, paciencia! Y cuando te parezca que lo has logrado, empieza nuevamente: ¡paciencia, paciencia y más paciencia!

¿Hasta cuándo, padre Vicente?

¡Hasta el mismo sepulcro! Luego, queridos míos, iremos al jardín del Paraíso. ¡Y allí cantan los pájaros tan maravillosamente! ¡Y hay árboles con flores y frutos de oro! Y colinas siempre floridas. ¡Y manantiales de aguas cristalinas! Allí veremos las legiones de santos. Allí escucharemos también los cánticos de los ángeles. Allí nos quedaremos para siempre con el Señor. ¡Entonces, hermanos míos, espero que podamos vernos en el Paraíso!

Muchos de sus discípulos habrían de contar que, cuando el padre Vicente ofició su última Liturgia en el Monasterio Agapia, una paloma vino a posarse sobre la Santa Mesa. Y después voló afuera.

¿Hacia dónde se fue aquella paloma?, preguntó el padre cuando terminó la Divina Liturgia.

En dirección al Oeste, respondieron algunas monjas.

Luego, ¡es hacia el Oeste que debo ir yo también!

El 26 de marzo de 1940, el padre Vicente, al lado de su discípulo, el hieromonje Eftimio Tănase, partieron como misioneros a Banat. Al sonido de las campanas, la comunidad del Monasterio Agapia les acompañó durante un buen trecho. Luego, volviéndose un poco, el padre les dijo:

¡Madres, es suficiente! Les agradezco por tanto amor. Vuelvan al monasterio y no olviden respetar sus votos monacales, de los cuales rendiremos cuentas ante Cristo. ¡Perdónenme!

Luego, haciéndose una inclinación recíproca, las bendijo y siguió su camino.

(Traducido de: Arhimandrit Ioanichie BălanPatericul românesc, Editura Mănăstirea Sihăstria, pp. 575-576)