En su último año de enfermedad, el anciano (Paisos Olaru) le decía a su discípulo que empezaba a terminársele la paciencia, con estas palabras:

«A todos les he dicho una y otra vez: “Paciencia, paciencia, y más paciencia, en la enfermedad y ante cualquier tribulación”. Pero cuando te llega a ti el momento de ser paciente... ¡qué difícil, qué duro es tener paciencia!». Y se echaba a llorar.

Más tarde, agregaba: «Vejez y dolor... ¡estos dos se han llevado todas mis fuerzas! Ven, ángel mío, y llévame a Dios. Y ven con un martillito, para desarmarme despacito, de la cabeza a los pies... ¡para sanarme esta herida que tanto me duele!».

(Traducido de: Arhim. Ioanichie Bălan, Părintele Paisie Duhovnicul, Editura Doxologia, 2010, p. 130)