Palabras para un joven monje
Esfuérzate, para que los que te vean glorifiquen al Señor por tu buen actuar (Mateo 5, 16)
Si alguno viene a la vida monacal desde la honra del mundo, que se cuide del demonio de la vanidad, para no caer en el espíritu del orgullo y la desobediencia, dañándose a sí mismo. Amado hijo, si le obedeces al Señor y trabajas con tus manos lo que es bueno, no tendrás de qué avergonzarte. Porque, si las soportas en el Señor, las pequeñas carencias y aflicciones te propiciarán la vida eterna. ¿Qué más decir? Porque, lo mismo que hace un hombre cambiando una moneda valiosa por millones de talentos de oro, así también es toda la estrechez de la vida monacal en comparación con el tormento que habrán de sufrir quienes obren el mal. Luego, tu das algo pequeño y recibes cosas más grandes. ¡Espabílate, amado hijo, como si fueras un buen soldado!
No descuides el don que tienes, no sea que ambas cosas vengan sobre ti, es decir, que entristezcas a los demás, a tus padres naturales, y le desagrades a Dios; al contrario, esfuérzate, para que los que te vean glorifiquen al Señor por tu buen actuar (Mateo 5, 16), porque está escrito: “Los que te temen me ven con alegría, porque espero en Tu palabra”, y: “Mucha es la paz de los que aman tu ley, no hay tropiezo para ellos”. Por eso, cuídate de la soberbia y el Señor estará de tu parte. Y a Él debemos toda gloria y honor, por los siglos. Amén.
(Traducido de: Sfântul Efrem Sirul, Cuvinte şi învăţături vol. 2, Editura Bunavestire, Bacău, 2008, p. 99)