Palabras sobre el crecimiento espiritual de monjes y laicos
Al comulgar, recibimos a nuestro Señor Jesucristo en nuestra alma. Luego, tenemos que anhelar los Santos Dones con todo el corazón, porque ¿hay algo que pueda compararse, un don más precioso y un amor más ferviente que el de los divinos Dones?
Sobre la Santa Confesión y la Santa Comunión, el padre Joel Gheorghiu decía:
“Estos dos Sacramentos conforman la piedra angular, el cimiento de la vida espiritual en el monasterio. Sin buenos padres espirituales y sin la confesión frecuente de toda la comunidad de monjes, al menos una vez por semana, ni los hermanos ni los monjes del monasterio podrán avanzar ni formarse espiritualmente. Por medio de la confesión frecuente de los pensamientos, destruimos el nido del maligno, quien todo el tiempo lucha en contra de nosotros, y el pecado no puede echar raíces en nuestra alma. En lo que respecta a la Santa Comunión, cuando se recibe con la suficiente preparación, con ayuno y oración, siguiendo el consejo del padre espiritual, ofrece al hombre el perdón de los pecados, el don de la salvación, gozo y mucha esperanza.
En nuestro monasterio (Sihăstria), en tiempos del stárets Joanicio, nos confesábamos cada día, al anochecer. O, en el peor de los casos, luego de algunos días. En tiempos del padre Cleopa, la confesión se hacía, como ahora, cada semana, el viernes. La Santa Comunión se impartía una vez a la semana, para los esquema-monjes y los enfermos; en lo que respecta a los demás, comulgábamos cada tres semanas, o, en casos muy raros, una vez al mes, siguiendo el consejo de San Juan Crisóstomo. Al comulgar, recibimos a nuestro Señor Jesucristo en nuestra alma. Luego, tenemos que anhelar los Santos Dones con todo el corazón, porque ¿hay algo que pueda compararse, un don más precioso y un amor más ferviente que el de los divinos Dones?”.
Y seguía:
“La unidad es fruto del amor, y el amor y la armonía se fortalecen, en el monasterio, por medio de lo que he mencionado antes, es decir, participando con regularidad en los oficios litúrgicos diarios de la Iglesia, confesándose con frecuencia y comulgando. Que nadie guarde rencor a sus semejantes, que nadie se considera más que su hermano. El abbá Doroteo dice que, mientras alimentemos la confianza mutua y guardemos el amor, habrá también unidad y armonía en la comunidad monacal. Pero, cuando no hay confianza, surgen las sospechas y los problemas en el monasterio”.
(Traducido de: Arhimandritul Ioanichie Bălan, Patericul românesc, Editura Mănăstirea Sihăstria, p. 688)