Para apreciar la oración, debemos antes conocer a Dios
Un ingenuo niño le dará a su madre una espada de oro —que acaba de encontrar—, a cambio de un juguete cualquiera de hojalata brillante. Da algo valioso, para recibir una nimiedad. ¿Por qué? Porque no conoce su valor.
En este mundo visible, para apreciar a una persona, un trabajo, un oficio, el oro, la plata, las piedras preciosas y otros bienes, debes primero conocerlos, entender cuál es su valor; sólo así podrías estimarlos en su justa medida. Un ingenuo niño le dará a su madre una espada de oro —que acaba de encontrar—, a cambio de un juguete cualquiera de hojalata brillante. Da algo valioso, para recibir una nimiedad. ¿Por qué? Porque no conoce su valor. Lo mismo sucede con las personas ignorantes de las cosas santas.
Entonces, conocer a Dios es el principio de toda sabiduría. Asimismo, todos los que han conocido y conocen a Dios a partir de lo que es Suyo, se humillan frente a Él, lo alaban y honran en Espíritu y en verdad.
(Traducido de: Protosinghel Nicodim Măndiță, Învățături despre rugăciune, Editura Agapis, București, 2008, p. 16)