Para aprender a no jactarnos
Mantén la mirada dirigida hacia abajo, pero el alma dirigida hacia arriba.
No te atavíes con ropas caras ni te enaltezcas si tus padres son ricos. Porque “el que quiera presumir de algo, que presuma de lo que ha hecho el Señor” (I Corintios 1, 31), y es que “todo cuerpo es como la hierba, y toda su gloria es como la flor de la hierba. La hierba se seca, la flor se cae, pero la palabra del Señor permanece para siempre” (I Pedro 1, 24; Santiago 1, 10). Mantén la mirada dirigida hacia abajo, pero el alma dirigida hacia arriba. No te llenes de valor frente al joven ni discutas con la mujer. No hables mucho con los niños, y no te juntes ni con los ebrios, ni con los insolentes y los desobedientes. Más bien, cultiva el temor de Dios todo el tiempo, como dice el Apóstol: “mirad atentamente cómo vivís; que no sea como imprudentes, sino como prudentes; aprovechando bien el tiempo presente, porque los días son malos. Por tanto, no seáis insensatos, sino comprended cuál es la voluntad de Señor. No os embriaguéis con vino, que es causa de libertinaje; llenaos más bien del Espíritu” (Efesios 5, 15-18). Y, otra vez: “para poder avergonzar al enemigo, dejándolo sin nada que pueda reprocharos”.
(Traducido de: Sfântul Efrem Sirul, Cuvinte și învățături vol. 2, Editura Bunavestire, Bacău, 2008, p. 97)