Para el pecador que no se arrepiente, Dios parece severo e implacable
¡Señor, ilumínanos con Tu Espíritu Santo, para que todos entendamos Tu amor!
¡Señor, ilumínanos con Tu Espíritu Santo, para que todos entendamos Tu amor!
Con los ejemplos del ladrón crucificado a Su costado y del Hijo Pródigo de la parábola, el Señor quiso mostrarnos Su manera de salir al encuentro del pecador que se arrepiente. Y dice que, “estando él todavía lejos, le vió su padre y, conmovido, corrió, se echó a su cuello y le besó efusivamente” (Lucas 15, 20); luego, no le hizo ningún reproche, sino que pidió que mataran el novillo más robusto y ordenó que todos vinieran a festejar. ¡Tan grande es el amor de Dios! Pero, para el pecador, Dios es implacable, precisamente porque la Gracia se ha ido de su alma.
(Traducido de: Sfântul Siluan Athonitul, Înte iadul deznădejdii şi iadul smereniei, Editura Deisis, Sibiu, 2001, p. 232)