Para el que duda en la adversidad
No has comprendido que el precio de la vida eterna es precisamente ese sufrimiento al que tanto temes. ¿Por qué, entonces, te turbas en medio de las pruebas y las dificultades?
Hermano, aún te da miedo sufrir. Todavía deseas que tú y los tuyos disfruten de todas las cosas del mundo. Pero ¡una vida cómoda no es la medida del amor divino!
No has llegado a comprender el sentido del sufrimiento, y por eso eres infeliz y triste. No entiendes que, por pesada que sea, la carga aceptada deja de ser tan dolorosa. No has comprendido que el precio de la vida eterna es precisamente ese sufrimiento al que tanto temes. ¿Por qué, entonces, te turbas en medio de las pruebas y las dificultades?
Bien sabes que, cuando todos te abandonan, en lo Alto hay Alguien que protege tu vida y te ama como ningún ser humano podría amar. Cuando llegues a entender el sentido del sufrimiento, cuando confíes plenamente al Señor todos los problemas de tu vida —aquellos que no sabes cómo resolver— y pongas tu esperanza no en el hombre, sino en Dios, orando: “¡Señor, ayúdame a hacer Tu voluntad!”, dará inicio en ti esa transformación que traerá luz, paz y bondad, tan necesarias para tu alma y para todos los que te rodean.
(Traducido de: Lacrimă și har, EdituraBonifaciu, Bacău, 2010, p. 182)
