Para eliminar cualquier rasgo de envidia entre esposos
Tienen que aprender a bajar sus “pestillos”, de manera que puedan manifestar lo que saben y aceptar lo que no saben, sin que esto cause discusiones inútiles entre ustedes.
«Cualquier forma de envidia es un peligro mortal para el matrimonio. Uno de los aspectos más desagradables de esta pasión en la familia, es la envidia espiritual, así como la envidia intelectual. Si sucede que tu esposo sabe cosas que tú desconoces, será mucho lo que ganarás si, con humildad, le dices: “¡Admiro tus conocimientos! ¡Háblame más de ese tema!”. Claro que habrá campos en los que tus conocimientos superen a los suyos. Entonces, tienes que estar muy atenta a actuar de forma correcta. Preséntale sin vanidad ni ostentaciones lo que sabes, con la sencilla seguridad que convence sin molestar. Me acuerdo de esos días en los que tú y tu hermano eran pequeños. Tuve que poner el pestillo de la puerta del jardín un poco más bajo, para que ustedes pudieran abrirla. La idea era facilitarles entrar y salir. Esa idea nos la dio un sacerdote que vino a visitarnos, y dijo que le molestaba el constante golpeteo de ustedes en la puerta, cuando entraban y salían corriendo de la casa...
Esa idea tuvo un impacto muy favorable en toda la familia: a ustedes, siendo pequeños, les ayudó a que no tuvieran que estar llamando a la puerta cada vez que volvían de afuera, y a su madre y a mí nos libró de tener que ir a cada rato a abrir la puerta. Entonces, creo que has observado cómo los hombres verdaderamente grandes saben descender el nivel de sus conocimientos a uno que sea accesible a los demás. Esto es válido para ti y también para tu esposo: tienen que aprender a bajar sus “pestillos”, de manera que puedan manifestar lo que saben y aceptar lo que no saben, sin que esto cause discusiones inútiles entre ustedes. Las mujeres inteligentes jamás olvidan que sus maridos se sentirán muy orgullosos de ellas, si saben manifestarse sin pretender poner en evidencia su sabiduría, para evidenciar la de ellos».
(Traducido de: Charlie W. Shedd, Scrisori Caterinei, editura Bizantină, Bucureşti, p. 61-62)