Para esto es que elegimos ser cristianos
Hay determinadas señales “exteriores” que nos permiten calcular cuán lejos estamos de Dios. ¿Cumplimos con lo que nos pide el Evangelio? ¿Hemos alcanzado la perfección, es decir, el amor por todo el mundo, sin hacer diferencias entre amigos y enemigos?
Tal como, en Getsemaní y en el Gólgota, Cristo se mantuvo con el pensamiento dirigido al Padre, también nosotros tenemos la obligación de vivir cada momento con la mente dirigida a Dios, ante todo, por medio de Cristo. Porque por el Hijo es que llegamos al Padre. Con esto, nuestra vida deviene en cristocéntrica.
Cristo dijo: “Yo soy el camino”. Si Él es el camino, tenemos que seguirlo, pero no exteriormente, sino en nuestro interior. Recordemos que en el Gólgota y en Getsemaní Él estuvo solo, teniendo a todos en contra.
Algunas veces, cuando el amor de Cristo nos alcanza, sentimos la eternidad, que es algo que no se puede entender con la razón. Dios obra de un modo que le es propio, más allá de nuestra razón. La vida cristiana no necesita ser demasiado lógica.
Hay determinadas señales “exteriores” que nos permiten calcular cuán lejos estamos de Dios. ¿Cumplimos con lo que nos pide el Evangelio? ¿Hemos alcanzado la perfección, es decir, el amor por todo el mundo, sin hacer diferencias entre amigos y enemigos?
No hay diferencias entre los mandamientos de Cristo y la vida de Dios Mismo. Viviendo en Sus mandamientos, nos hacemos “orgánicamente” semejantes a Cristo.
(Traducido de Arhimandritul Sofronie, Din viață și din Duh, Editura Reîntregirea, Alba Iulia, 2014, pp. 17-18)