Para mejorar la comunicación entre esposos
Años más tarde, vuelven y me dicen: “Él ya no quiere hablar...” o “¡Ella vive encerrada en sí misma!”. A partir de tales reproches, puedo comprobar que el palabrerío que amaban antes, y al que consideraban una bendición, ha dejado de existir.
Cuando hablo con algunas parejas que están por casarse, suelo preguntarles cómo se desarrolla su comunicación de cada día. Casi sin excepción, recibio la respuesta: “¡Ese es uno de nuestros puntos fuertes!”. Años más tarde, sin embargo, vuelven y me dicen: “Él ya no quiere hablar...” o “¡Ella vive encerrada en sí misma!”. A partir de tales reproches, puedo comprobar que el palabrerío que amaban antes, y al que consideraban una bendición, ha dejado de existir.
Serás un esposo juicioso sólo si logras que algo así jamás ocurra en tu hogar.
Mi esposa y yo tuvimos un período difícil en los primeros meses de nuestro matrimonio, cuando comenzamos a mostrarnos tal cual somos el uno ante el otro. Y esto nos sorprendió a ambos. No habíamos notado que, en los años compartidos antes de casarnos, existieran tantas y tan grandes reservas. Pero estas estaban allí, aunque nosotros no las viéramos.
Cuando empezamos a analizar juntos el problema, entendimos claramente que había varias cosas que nos asustaban y que ella tendía a guardarse muchas de ellas; esto, sin lugar a dudas, no nos iba a llevar a nada bueno. Así, un día decidimos “coger el toro por los cuernos”. Nos sentamos a hablarlo todo de un extremo al otro, para entender —al menos— si alguna vez podríamos comunicarnos correctamente.
Mientras analizábamos sólo este punto inicial, descubrimos que muchos de los motivos que estaban en la base de nuestras dudas habían sido superados hacía mucho tiempo. (Esto constituye siempre una gran revelación. Cuando llegas a darte cuenta de que ya no estás atado al pasado, es que has dado un importante paso hacia adelante). Así, acordamos esforzarnos siempre en buscar algo más que “desenterrar” aquí y allá, siempre de acuerdo a ciertas reglas que vinieron a ayudarnos a obtener buenos resultados.
Entonces, conformamos este pequeño acuerdo o “pacto”, que voy a transcribir, con la esperanza de que les sea de ayuda. Evidentemente, no tiene la forma de un documento, porque se trata más que todo de un entendimiento tácito que nos grabamos en el corazón.
1. Nuestro objetivo es convertirnos en “los mejores amigos”. Ya que la amistad es algo que se forma con el tiempo compartido juntos, cada día intentaremos “visitarnos” recíprocamente. Vamos a procurar arreglar nuestra rutina de actividades de una forma tal que esa “cita” sea una de las prioridades de la jornada.
2. Saldremos juntos al menos una vez a la semana. A comer o cenar, o con cualquier otra ocasión. El tiempo que utilizamos juntos para “leer” qué ocurre en el alma del otro es siempre uno bien utilizado. No dejaremos nunca que nuestros hijos o el trabajo, el dinero o cualquier otra clase de encuentro, ni la tiranía de los momentos en que “no podemos” o “no debemos” hacer otra cosa afecte ese tiempo que debemos dedicarnos el uno al otro.
3. Ser sinceros completamente será nuestro principal propósito. Y, ya que esto presupone también la sinceridad con uno mismo, dedicaremos un tiempo para analizarnos a nosotros mismos. Leyendo, estudiando y charlando, buscaremos entender cómo la historia de cada uno afecta a nuestra relación.
4. Idealmente, el tiempo límite para “escondernos” del otro será de 48 horas. Pero, como damos por sentado que a la sinceridad absoluta no se le puede imponer ninguna clase de plazo, convenimos que cuando no seamos capaces de expresarnos correctamente, nos esforzaremos en lograrlo lo antes posible. Reconoceremos ante el otro que nos hallamos en un impasse y le pediremos que nos conceda un poco más de paciencia y comprensión.
5. En nuestra relación reinará el perdón y el entendimiento total. Preguntaremos, pero no condenaremos. Buscaremos que entre nosotros exista una atmósfera en la que confesar algo sea siempre recibido con entendimiento y benevolencia. Y nos alegraremos del hecho de tener un sitio para enfrentarnos a nosotros mismos.
6. Respetaremos la intimidad del otro. No lo sofocaremos con una curiosidad excesiva. Cosncientes de que lo que ocultamos podría provocar dolor, le daremos al otro el espacio que necesite. Y, ya que toda revelación viene del interior, jamás tensaremos la cuerda.
7. Siempre tendremos presente que el misterio es una bendición. Probablemente haga falta una vida entera para llenar todos los vacíos y alcanzar una relación perfecta; precisamente por eso, nos esmeraremos en mostrarnos siempre afables. Amaremos con todo el corazón lo que se nos ofrece hoy, y esperaremos pacientemente a que llegue el siguiente día.
En un momento dado, se hará evidente por qué los hemos llamado “propósitos” u “objetivos”, Después del primer salto hacia adelante, el camino al Paraíso nos traerá muchos obstáculos más. Dejar entrar a alguien en tu corazón a veces puede parecer incómodo. A menudo es hasta intimidante. Es una experiencia que saca a flote cosas que no sabíamos que había en nuestro interior, entre las cuales se halla también cierta oposición. Este es el término que usan los psicólogos para llamar eso que ocurre cuando huimos en la dirección opuesta, diciendo “¡Mejor dejémoslo así!”.
(Traducido de: Charlie W. Shedd, Scrisori către Filip, sfaturi unui tânăr căsătorit, Editura Bizantină, București, 2011, p. 33-36)