Para no olvidar ser agradecidos con Dios
Es con estos pensamientos que el alma termina por espabilar, revistiéndose de la llama de la devoción y alzándose de las tinieblas en las que se encuentra sumida, como si resucitara de entre los muertos.
El agradecimiento por parte del que recibe, estimula al que da a ofrecer dones cada vez mayores. El que no se contenta con lo pequeño, falso e injusto es con lo grande. El enfermo, conociendo su enfermedad, sabe que debe buscarle remedio. Aquel que da testimonio de su dolor, se acerca a la sanación y fácilmente encontrará el medicamento que necesita. El corazón endurecido rebosa de dolor y el sufrimiento del enfermo que se opone al médico no hace sino aumentar. No existe el pecado sin perdón, sino el pecado sin arrepentimiento. El don no queda sin prosperar, solamente debemos agradecer por él. El necio (insensato) siempre cree que se le ha dado poco.
Acuérdate siempre de aquellos que te superan en virtud, para que puedas ver todo lo que te falta para darles alcance. Y piensa siempre en las grandes tribulaciones de los marginados y los sufrientes, para que puedas agradecer debidamente por la nimiedad de tus problemas y enfrentarlos con paciencia. Cuando hayas sido vencido y te halles atado por las cadenas de la dejadez y la pereza, y el maligno te mantenga en un estado de repulsiva abyección, cual obrero del pecado, acuérdate, en tu corazón, de los tiempos en los que eras perseverante y cuidadoso hasta en los más pequellos detalles; acuérdate de tus esfuerzos y del fervor con que te defendías de quienes querían ponerte obstáculos en tu camino (viaje). Paralelamente, acuérdate del llanto que te provocaban tus faltas cometidas por desidia, y cómo finalmente recibías una corona de vencedor.
Porque es con estos pensamientos que el alma termina por espabilar, revistiéndose de la llama de la devoción y alzándose de las tinieblas en las que se encuentra sumida, como si resucitara de entre los muertos, volviendo a su orden original, con tal de luchar contra el demonio y el pecado.
(Traducido de: Sfântul Isaac Sirul, Cuvinte despre nevoință, Editura Bunavestire, Bacău, 1997, pp. 146-147)