Para obtener la paz espiritual, necesitamos vivir en pureza
Un alma serena es esa que hace la voluntad de Dios, humilde y equilibradamente: ni antes, ni después, ni mucho, ni poco. Porque el Señor, quien todo lo dispuso, sabe la verdad y actuamos bien sólo cuando lo hacemos de acuerdo a Sus mandatos. ¡Qué maravilloso ve todo el que suele purificarse a sí mismo!
Las almas puras están dispuestas a reconocer incluso las faltas que no han cometido. Saben incluso perdón por los pecados que no han cometido. Están prontas para purificarse hasta de lo que no se han manchado, ya que su humildad les hace creer que en cualquier momento podrían cometer alguna inquidad semejante.
Un alma pura es sólo esa que se limpia incesantemente y que intenta purificar otras. El alma que no lucha por purificarse a sí misma y a las demás, perderá hasta la poca pureza que le parezca ya haber alcanzado. ¡Qué maravillosa es el alma serena, esa que hace la voluntad de Dios, humilde y equilibradamente: ni antes, ni después, ni mucho, ni poco! Porque el Señor, quien todo lo dispuso, sabe la verdad y actuamos bien sólo cuando lo hacemos de acuerdo a Sus mandatos. ¡Qué maravilloso ve todo el que suele purificarse a sí mismo! Se convierte en el nítido cristal de una ventana limpia o del lente de un telescopio, por medio del cual todo se ve perfectamente.
(Traducido de: Un mare mărturisitor creștin: Preotul Constantin Sârbu, Editura Bonifaciu, București, 2008, p. 181)