Para que el corazón se haga receptivo a Dios
“El hombre se encuentra con Dios cuando acepta las situaciones dadas, aceptándolas con amor en el corazón. Un corazón amoroso es lo que se necesita para llegar al conocimiento de la verdad, aunque, a veces, Dios tiene que derribar y humillar el corazón para hacerlo receptivo”.
Si les preguntas a quienes conocieron al Arzobispo Juan (Maximovich) qué era lo que hacía que las personas lo buscaran tanto —eso que aún hoy sigue atrayendo multitudes hacia él, incluso a quienes nunca lo conocieron personalmente—, la respuesta siempre será la misma: “Rebosaba de amor, se sacrificaba por sus semejantes desde un amor absolutamente incondicional a Dios y a los demás”.
De este modo llegaron a conocerse cosas de él que, de otra forma, jamás hubiéramos sabido. Él mismo les enseñaba a todos que, tal como se nos dice en las Vidas de los Santos y en los textos de los Santos Padres, el verdadero ortodoxo, como todo el “misticismo” de nuestra Iglesia Ortodoxa, tiene ambos pies firmemente asentados sobre la tierra, siempre dispuesto a hacer frente a cualquier situación.
“El hombre se encuentra con Dios cuando acepta las situaciones dadas, aceptándolas con amor en el corazón. Un corazón amoroso es lo que se necesita para llegar al conocimiento de la verdad, aunque, a veces, Dios tiene que derribar y humillar el corazón para hacerlo receptivo”, como en el caso del Santo Apóstol Pablo, quien oprimía y perseguía a los cristianos. Pero, para Dios, el pasado, el presente y el futuro del corazón humano son siempre presente, y Él observa en dónde abrir una brecha para empezar a comunicarse con nosotros.
(Traducido de: Ieromonahul Serafim Rose, Descoperirea lui Dumnezeu in inima omului, Editura Sofia, pp. 33-34)