Para quienes no tienen paciencia...
Aquel que no sea paciente habrá de sufrir mucho y será incapaz de empezar algo bueno. “Corramos pacientemente a la prueba que se nos propone”, dice el Apóstol Pablo (Hebreos 12, 1)
Miserable y vergonzoso es aquel que no ha alcanzado la paciencia; hasta la misma Escritura se lamenta por él, con estas palabras: “¡Ay de vosotros los que habéis perdido la paciencia!” (Eclesiástico 2, 14). El hombre (sin paciencia) se agita como una hoja. No soporta las ofensas y se acongoja en las aflicciones. Además, es fácil hacerle caer en la riña; si tiene que soportar algo. empieza a lamentarse: si tiene que obedecer, se opone. Es ocioso en la oración, débil en la vigila, apesadumbrado cuando ayuna y lento para contenerse. Vacila al responder y trabaja mal. Es insuperable en el ardid y problemático al laborar. Se enciende cuando se trata de discutir, y le cuesta mucho conservar la paz. Se opone a los que avanzan y juzga a los que enseñan. Aquel que no sea paciente habrá de sufrir mucho y será incapaz de empezar algo bueno. “Corramos pacientemente a la prueba que se nos propone”, dice el Apóstol Pablo (Hebreos 12, 1). El impaciente es ajeno a esa esperanza. Por eso, todos aquellos que, al igual que yo, sean impacientes, esfuércense en alcanzar esa virtud, para poder salvarse.
(Traducido de: Sfântul Efrem Sirul, Cuvinte şi învăţături vol 1, Editura Bunavestire, Bacău, 1997, p. 76)