Para renunciar a nuestras pasiones, lo único que necesitamos es hacernos humildes
A una persona suficientemente madura y sensata, le resultaría difícil decir: “¡No puedo renuncar a mí mismo!”.
Padre, cada vez que nos habla de la renuncia a uno mismo, siento un cierto temor, pensando en que tal vez no podría resistirlo
—¡Lo que faltaba! Es como si dijeras: “Si renuncio a mis pasiones, ¿qué más me queda? ¿Qué más tengo?”. Precisamente, porque “renunciar a uno mismo” significa librarnos de nuesetras pasiones, desvestirnos de nuestro “yo” anterior. A una persona suficientemente madura y sensata, le resultaría difícil decir: “¡No puedo renuncar a mí mismo!”. Si otros te dicen: “¡Toma esa almádena y derriba aquel muro!”, pero lo tuyo es valerte de una pluma para escribir cosas bellas, con razón puedes responder: “No puedo”. Pero, para desvestirnos de nuestro hombre viejo, no necesitamos hacer acopio de fuerzas físicas, porque lo único que hace falta es tener humildad.
(Traducido de: Sfântul Cuvios Paisie Aghioritul, Cuvinte duhovnicești. Patimi și virtuți, volumul V, Editura Evanghelismos, București, 2007, p. 36)