Para tener una familia unida, ¡oren juntos!
Cuando nuestros hijos repitan “Santo Dios...”, podrán escuchar el canto de las legiones celestiales, esas que un pequeñito de Constantinopla pudo ver en tiempos del patriarca Proclo. Cuando lean “Digno es en verdad bendecirte, Madre de Dios...” sentirán que están en una humilde celda del Monte Athos, en donde esta oración fue recitada por primera vez, por el Arcángel Gabriel. Y al leer las maravillosas peticiones de las oraciones de la noche, los niños recordarán al gran Juan Crisóstomo.
Conforme el niño vaya creciendo, su regla de oración también deberá hacerlo. (...)
En los primeros siglos del cristianismo, la oración familiar se hacía estando todos presentes, junto a la servidumbre, si la había. Usualmente, el señor de la casa leía las oraciones, y los demás las repetían. Deberíamos continuar con esa costumbre, especialmente al orar de noche, aunque lo deseable sería hacerlo también cada mañana.
Cuando nuestros hijos repitan “Santo Dios...”, podrán escuchar el canto de las legiones celestiales, esas que un pequeñito de Constantinopla pudo ver en tiempos del patriarca Proclo. Cuando lean “Digno es en verdad bendecirte, Madre de Dios...” sentirán que están en una humilde celda del Monte Athos, en donde esta oración fue recitada por primera vez, por el Arcángel Gabriel. Y al leer las maravillosas peticiones de las oraciones de la noche, los niños recordarán al gran Juan Crisóstomo.
(Traducido de: Nikolaj Evgrafovich Pestov, Cum să ne creștem copiii: calea spre desăvârșita bucurie, traducere din limba rusă de Lucia Ciornea, Editura Sophia, București, 2005, p. 49)