Para vivir la alegría de la Resurrección del Señor
La transfiguración del mundo no puede tener lugar sino por medio de la renuncia a uno mismo y la práctica del esfuerzo ascético.
Es importante subrayar el propósito principal y permanente de la contrición en nuestra espiritualidad, especialmente cuando presentamos la Ortodoxia en Occidente, porque tenemos la tendencia de revelar solamente algunos aspectos de ello. Hablamos de la gloria de la Luz Divina en la Transfiguración del Señor, de la victoria de la Resurrección en la noche de Pascua, de la felicidad del Reino, de la belleza divina de los íconos, de la Divina Liturgia y su semejanza con el Paraíso ya en este mundo. Y tenemos razón, enfatizando estos aspectos. Pero no es bueno ser tan “unilaterales”. Porque la Transfiguración y la Resurrección no pueden separarse de la Crucifixión. Siendo cristianos, somos verdaderos testigos de “la alegría más grande” (Mateo 2, 10), pero no tenemos que olvidar que “fue por medio de la Cruz que el júbilo vino a todo el mundo”, como cantamos con la Iglesia en los maitines dominicales. La transfiguración del mundo no puede tener lugar sino por medio de la renuncia a uno mismo y la práctica del esfuerzo ascético.
(Traducido de: Episcopul Kallistos Ware, Împărăția lăuntrică, Editura Christiana, 1996, pp. 47-48)