Palabras de espiritualidad

Parábola del halcón y el cuervo

  • Foto: Constantin Comici

    Foto: Constantin Comici

Translation and adaptation:

Es cierto que la señal era para tí. ¡Pero tenías que seguir el ejemplo del halcón, no el del cuervo!.

Un asceta vió una vez, mientras atravesaba el bosque, un halcón.

El ave llevaba en el pico un trozo de carne. Siguiendo al ave con la mirada, vio cómo, al llegar a su nido, ésta cortaba la carne en pedazos pequeños, para alimentar a un malherido pichón de cuervo.

El asceta, admirado, pensó: “¡Dios me ha dado una señal! Él no olvida ni siquiera a una cría de cuervo herida. Hizo que un temible halcón alimentara a un indefenso polluelo de otra especie. Ahora entiendo cómo Dios le da todo a los seres que lo necesitan... Y nosotros, tan preocupados por lo que nos falta... ¡A partir de hoy, dejaré de preocuparme por todo! Dios me ha hecho entender lo que debo hacer. ¡Dejaré de buscar lo que he de comer! ¡Dios no abandona a ninguna de sus criaturas; no me abandonará tampoco a mí!”

Dicho y hecho. Se sentó en medio del bosque y allí se quedó. Empezó a orar y así lo hizo todo el día y toda la noche, hora tras hora, sin moverse para nada. Así pasaron tres días y tres noches, sin tan siquiera beber una gota de agua o comer un bocado de algo. Al cuarto día estaba tan debilitado, que no podía ni levantar una mano. Entonces, cayó dormido. Y, soñando, se le apareció un ángel. Éste, dirigiéndose al anacoreta con una profunda tristeza, le dijo:

Es cierto que la señal era para tí... ¡Pero tenías que seguir el ejemplo del halcón, no el del cuervo!”.

Traducido del texto publicado en: marturieathonita.ro/pilda-soimului-si-a-ciorii



 

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