Palabras de espiritualidad

Pedimos la humildad, pero no soportamos ser humillados

  • Foto: Oana Nechifor

    Foto: Oana Nechifor

Aunque le pedimos a Dios que nos conceda la humildad, no aceptamos las formas que Él tiene para dárnosla, y protestamos.

La humildad no es algo que pueda comprarse en la tienda, como cualquier mercancía. Cuando dices: “¡Señor, dame humildad!”, Dios no toma un cazo y te sirve: “¡Toma, aquí tienes un kilogramo de humildad! ¡Y tú, el de al lado, aquí está tu medio kilo de humildad!”, sino que, por ejemplo, permitirá que se te acerque alguien y se comporte de forma desagradable contigo, o apartará Su Gracia de algún hermano tuyo, quien vendrá a insultarte. De esta manera somos puestos a prueba, para que podamos trabajar en la obtención de la humildad.

Sin embargo, cuando alguien viene a ofendernos, lo último que pensamos es que se trata de un medio de Dios para ayudarnos, y nos enfadamos con aquella persona. Y, aunque le pedimos a Dios que nos conceda la humildad, no aceptamos las formas que Él tiene para dárnosla, y protestamos. Normalmente tendríamos que ser agradecidos con aquel que viene a hacernos humildes, porque es nuestro benefactor.

El creyente que le pide a Dios que le conceda la humildad, pero rechaza a la persona que Él le envía para hacerle humilde, en realidad no sabe lo que pide.

(Traducido de: Cuviosul Paisie AghioritulCuvinte duhovnicești. Volumul 5. Patimi și virtuți, Editura Evanghelismos, București, 2007, pp. 177-178)