¡Perdonar tiene tantos beneficios!
Cuando el hombre aprende a pedir perdón sinceramente, con facilidad y rapidez, fácilmente se desprende también de eso que le oprimía el corazón, el peso de la enemistad, que es sustituido por el amor más santo.
Muchas veces nos cuesta perdonar. ¡Qué trabajoso resulta para nuestra lengua pronunciar esas sencillas palabras, “¡Perdóname, hermano!”, como si alguien nos la hubiera atado! En verdad, quien nos la ata es el demonio, por eso es que nos cuesta decir algo tan simple.
Pero cada persona que ha vencido, al menos una vez, ese obstáculo, diciendo por primera vez “¡Perdóname!”, ha sentido cómo se transforma inmediatamente su corazón, llenándose de una paz inmensa. Ha perdonado, y Dios le ha llenado de paz el alma. La segunda vez será mucho más fácil, y la tercera, aún más. Cuando el hombre aprende a pedir perdón sinceramente, con facilidad y rapidez, fácilmente se desprende también de eso que le oprimía el corazón, el peso de la enemistad, que es sustituido por el amor más santo.
(Traducido de: Sfântul Luca al Crimeei, La portile Postului Mare. Predici la Triod, Editura Sophia)