¿Podré en verdad gozarme del Señor?
Todos hemos nacido de lo alto, en el Espíritu, por medio de los sacramentos del Bautismo, la Crismación y la Comunión, pero el nacimiento de lo alto, del cual habla nuestro Señor, no es algo que quede evidenciado y precisado en un certificado, sino que es una relación.
«Madre, desde que entendí (hace apenas unos días) que soy hija de un alcohólico —cada noche bebe uno o dos vasos de vino, aunque cuando yo era pequeña bebía mucho más; una vez lo ví durmiendo en el suelo, de lo ebrio que estaba; otra vez golpeó a mi mamá... ahora mismo pienso en todo ello—, leyendo los materiales que hay en la página de internet que Usted dirige, no he podido dejar de llorar, porque también he empezado a entender muchas más cosas sobre mí misma. Ahora entiendo que hay una grieta, una fosa en mi alma, que tendría que ser llenada con amor, con la mejor leche y la mejor miel, pero adentro de mí no hay sino piedra y desierto, una aridez que se fue formando año tras año... Varias veces intenté llenar ese vacío con “agua del grifo”, al no encontrar miel y leche... Tampoco entendía por qué no las encontraba, culpándome a mí misma por esta situación. Hace un año hallé al Señor, y desde entonces me ha hecho muchas “declaraciones de amor”. En verdad, no he podido gozarme verdaderamente del don de la vida, protegiendo, como dice Usted, mi relación con Dios, cuidándome de todo lo que pudiera desviarme. Y hoy, ahora, creo que todo es provocado por esos esquemas de inadaptación. Creo que tendría que hacer todo lo que Usted recomienda para romper un círculo vicioso. ¿Sólo cuando logre librarme de mis esquemas, podré gozarme en verdad del Señort?».
Querida hija mía,
Del Señor te gozas desde ya. Sin Su presencia y Su Gracia, no podrías darte cuenta de que no vives en libertad, sino atrapada por esos esquemas. O, en otras palabras, atrapada de las inclinaciones puramente humanas, pecadoras, de abordar la realidad. Hoy, tu alegría de estar con el Señor es acompañada del dolor de la renuncia a ti misma, del dolor de tu nacimiento desde lo alto. Todos hemos nacido de lo alto, en el Espíritu, por medio de los sacramentos del Bautismo, la Crismación y la Comunión, pero el nacimiento de lo alto, del cual habla nuestro Señor, no es algo que quede evidenciado y precisado en un certificado, sino que es una relación.
El amor entre el Hijo de Dios y el Padre es un nacimiento, un nacimiento eterno. Cuando trabajamos en nuestra semejanza con Dios, vivimos, de hecho, ese estado de permanente nacimiento de lo alto. Dejamos de vivir como nos apetece y de acuerdo a nuestros impulsos y a las leyes psico-sociales, para vivir con, en y por Dios. Entonces nuestra vida bio-psico-social se santifica, se espiritualiza. La obra de nuestra santificación es una alegría de nuestro espíritu: es un placer y un deleite para él. Pero nuestros sentidos son, al comienzo, solamente los del cuerpo y el psiquismo. A medida que morimos para ellos, no sin dolor, nos volvemos conscientes de los “sentidos del corazón”, de los sentidos de nuestro espíritu. Pero, cuando te liberes de todos los esquemas, vivirás más conscientemente y con más plenitud la alegría que hoy, desde lo profundo del corazón, te da fuerzas para continuar con la buena lucha.
Con amor y confianza,
M. Siluana
(Traducido de :Monahia Siluana Vlad, Scrisori către părinți, Editura Doxologia, p. 137-139)