¡Ponte tú también a trabajar en tu salvación!
Las oraciones nos son de gran utilidad, pero solamente si también nosotros nos ponemos “manos a la obra”.
Las oraciones de los hombres santos nos son de gran beneficio, si también nosotros ponemos de nuestra parte. Si no lo hacemos, el auxilio de los santos no nos será de ningún provecho. Por ejemplo, ¿de qué les sirvió a los judíos la oración de Jeremías? Tres veces oró Jeremías, y tres veces escuchó las palabras: “No pidas por este pueblo ni eleves por ellos plegaria ni oración, ni me insistas, porque no te oiré” (Jeremías 7, 16). ¿De qué le sirvieron a Saúl y a los israelitas las oraciones de Samuel? “En lo que a mí respecta, ¡lejos de mi pecar contra el Señor, dejando de rogar por ustedes!” (I Reyes 12, 23), les dijo. Y, sin embargo, todos murieron. ¿Por qué? Dios nos responde, por medio de la boca del mismo profeta Jeremías: “Aunque Moisés y Samuel se presentaran delante de Mí, Yo no me conmovería de este pueblo” (Jeremías 15, 1).
Así pues, ¿podría decirse que las oraciones no nos son de ningún provecho? ¡No, eso sería un error! Las oraciones nos son de gran utilidad, pero solamente si también nosotros nos ponemos “manos a la obra”.
(Traducido de: Sfântul Ioan Gură de Aur, Problemele vieții, Traducere de Cristian Spătărelu și Daniela Filioreanu, Editura Egumenița, pp. 198-199)