Cuando repentinamente aparezca alguna tentación, no culpes a quien te la provoca; más bien, busca la causa original, para saber cómo enfrentarla. Porque, de una manera u otra, debes someterte a los juicios de Dios.

Si tienes malos hábitos, no eludas el sufrimiento, porque sólo así, humillándote, podrás destruir tu orgullo. Algunas tentaciones provocan placer, otras tristeza y otras, dolores físicos. Porque, en concordancia con la clase de vicios que hay en el alma, el médico espiritual ofrece el remedio necesario, gracias a Sus insondables juicios.

Algunos deben enfrentar tentaciones para que les sean perdonados los pecados cometidos en el pasado; otros, para el perdón de los pecados presentes; y otros más, para evitar que consumen esos pecados que quisieran realizar. Existen también otros motivos, como nos lo muestra la historia de Job.

(Traducido de: Sfântul Maxim Mărturisitorul, Patru sute de cugetări creștine, Editura Credința Strămoșească, Iași, 1998, p. 71)