¿Por qué crees que, profiriendo improperios, haces más llevadero el sufrimiento?
¿Acaso no te das cuenta de que, blasfemando, haces más grande tu herida y agrandas el daño que sufres?
Dime, hombre: cuando, en tu tribulación o en la adversidad, al sentirte atacado por el demonio, tú respondes con blasfemias, ¿qué es lo que ganas? ¿Qué cosa sublime, dulce, viene a ti cuando blasfemas? ¿Qué beneficio obtienes, cuál es tu ganancia? ¿Acaso tu dolor se alivia cuando blasfemas? ¿Tu tribulación se hace más pequeña, o el perjuicio que sufriste desaparece? ¿Es que el dolor cesa cuando lanzas improperios? ¿Acaso no te das cuenta de que, blasfemando, haces más grande tu herida y agrandas el daño que sufres? Si antes tenías un simple dolor en el cuerpo, que, de alguna manera, era temporal, ahora, con tus blasfemias, le has sumado otras heridas y otros golpes, que te causarán un daño peor que el que tenías antes. Tienes que saber que los siervos más fieles de un monarca jamás se atreven a insultarlo, y ni siquiera permiten que alguien blasfeme delante suyo. Tú mismo te comportas así ante tu rey. Luego, ¡con mayor razón tendrías que hacerlo ante el Rey Celestial! ¡Pero tú, como un sinvergüenza, te atreves a insultarlo de frente!
(Traducido de: Agapie Criteanu,Mântuirea păcătoșilor, pp. 39-40)