¿Por qué deseas tener más, hermano?
Muchas veces sucede que, aun teniendo mucho, nos sentimos descontentos, porque desearíamos tener mucho más. Si tenemos diez, queremos doce… nos sentimos pobres, infelices.
¿Tienes una casa? ¿Te la heredó tu padre? Considérala como si le perteneciera a Dios. No es tuya. Dios permite que tú y tus hijos se resguarden en ella.
No es pecado tener una casa para que te acojas con tu familia, o un atuendo para que te vistas, o cualquier otra de las cosas necesarias para la vida. Para quienes tienen una familia, no es algo malo tener una casita. Si esto no es posible, no pasa nada, que también se puede vivir rentando un apartamento. Y si la casa que heredaste no es precisamente modesta, tampoco esto es pecado.
Lo que se nos pide es estar atentos a la Palabra del Señor, que dice: “Guardaos bien de toda avaricia” (Lucas 12, 15). No nos dejemos dominar por la ambición. No deseemos más de lo que tenemos. Porque muchas veces sucede que, aun teniendo mucho, nos sentimos descontentos, porque desearíamos tener mucho más. Si tenemos diez, queremos doce… nos sentimos pobres, infelices.
No nos sentimos satisfechos por esos diez que tenemos, sino que nos interesa más la manera de conseguir esos otros dos que nos faltan. Si, por el contrario, tenemos diez y con eso nos basta, aunque en realidad no sea mucho, nos sentiremos ricos y felices.
(Traducido de: Arhimandritul Epifanie Theodoropulos, Toată viața noastră lui Hristos Dumnezeu să o dăm, Editura Predania, București, 2010, p. 45)