Palabras de espiritualidad

Por qué el cristiano debe ser paciente

  • Foto: Benedict Both

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La paciencia purifica, transforma y renueva el alma.

El espíritu de la paciencia es la segunda semilla (la primera es la humildad) que crece en el huerto de la pureza. Porque, si el hombre se humilla y reconoce sus propios pecados, se dará cuenta de que es digno de muchos castigos por parte de Dios, y no solamente de castigos terrenales, sino también de los trabajos eternos, como un siervo ocioso que desprecia las órdenes de su Señor. Así, soportará con alegría todas las aflicciones, sufrimientos y pruebas, confiando en la palabra del Señor, que dice: “en este mundo tendréis tribulaciones” (Juan 16, 33) y “tenemos que pasar por muchas tribulaciones para entrar en el Reino de Dios (Hechos 1, 22); porque solamente “el que persevere hasta el final se salvará” (Mateo 24, 13).

Los Santos Padres, exhortándonos con la palabra apostólica que “los sufrimientos de esta vida no son merecedores de la gloria que el Señor ha preparado para quienes le aman”, nos dan coraje prometiéndonos que “poco es el esfuerzo y eterno el descanso” (anciano Moisés).

La paciencia purifica, transforma y renueva el alma, como dice un padre del Paterikon: “Si la cera no se calienta al fuego para ablandarse, no dejará que en ella se grabe el sello que queremos ponerle; del mismo modo, el hombre, si no es ablandado por el fuego de las aflicciones, los sacrificios, las enfermedades, los sufrimientos y las tentaciones, no podrá ser marcado con el sello del Espíritu Santo”.

(Traducido de: Protos. Petroniu Tănase, Ușile pocăinței, Editura Trinitas, p. 50-51)