¿Por qué el demonio no puede salvarse?
Ciertamente, por experiencia propia, los deificados conocen las argucias y energías diabólicas. Dice el Apóstol Pablo: “pues no ignoramos sus propósitos” (II Corintios 2, 11).
Dios ama incluso al demonio. Sin embargo, no se pone a discutir sobre la salvación de éste. Dios nos ama a todos. El problema no es si me salvo porque Dios me ama. El problema es aceptar la terapia que necesito para alcanzar el estado de iluminación, de tal forma que, cuando llegue a conocer la gloria de Dios, la vea como Luz, y no como un fuego eterno y, a la vez, la peor de las oscuridades.
En Occidente se piensa lo contrario. Por ejemplo, Agustín de Hipona ni en sueños podría haber aceptado la idea que Cristo ama incluso al maligno. Es una doctrina completamente opuesta a su fprma de pensamiento. Desde luego, no se trata de un amor que lleve a la salvación, porque no recibe una respuesta positiva y libre. Los Padres (de la Iglesia) conocen muy bien, por experiencia, la existencia y energía de los demonios. Habiéndose librado de toda iniquidad y alcanzando un cierto nivel de lucidez espiritual, ellos ven tanto a los ángeles como a los demonios. Los Padres no son pensadores que especulan. Cuando hablan de “visiones” (θεωρία), lo hacen con mucha precisión, sabiendo bien lo que dicen sobre teología, sobre los dogmas y sobre las artimañas del demonio... Ciertamente, por experiencia propia, los deificados conocen las argucias y energías diabólicas. Dice el Apóstol Pablo: “pues no ignoramos sus propósitos” (II Corintios 2, 11). El que es experto en la lucha contra el demonio conoce bien sus movimientos.
El demonio conoció a Dios antes de la caída y aún observa Su gloria; sin embargo, incapaz de sanar, su ser se oscureció y para él la gloria de Dios es como el fuego. Por eso es que los iconógrafos lo representan negro, oscuro, ensombrecido. Realmente, el más grande “teólogo apofático” es el mismo demonio, porque ve la gloria de Dios como oscuridad y como fuego. El demonio conoce la Santa Escritura y la interpreta desde su propia perspectiva, si recordamos el pasaje evangélico de las tentaciones de Cristo, cuando utiliza algunos textos de la Escritura para sostener sus propias ideas.
Para los Padres, la “iluminación” no significa estudiar someramente el Antiguo Testamento y el Nuevo Testamento. El mismo demonio los conoce, no sólo los cristianos. También el demonio puede interpretar las Santas Escrituras cómo le da la gana. Él es el “catequista” de quienes lo aceptan. Creo que, probablamente, el mejor catequista y el más grande catecúmeno que existió en esos tiempos —cuando la catequesis era sólo intelectual, sin llegar a la purificación del corazón— fue el mismo diablo.
(Traducido de: IPS Ierótheos Vlachos, Mitropolitul Nafpaktosului, Dogmatica empirică după învățăturile prin viu grai ale Părintelui Ioannis Romanidis, Volumul II, Editura Doxologia, Iași, 2017, pp. 89-90)