¿Por qué el sacerdote menciona tantos nombres cuando ora en la Divina Liturgia?
Poco antes de morir, decidió dejar por escrito aquel suceso milagroso, como respuesta para quienes le preguntaban por qué oraba por tantas personas…
La Gracia Divina que cubre el sacrificio sin sangre se ofrece no solamente a los vivos, sino también a los muertos. Por eso, los oficiantes oran insistentemente “por la salud” y también “por el descanso de las almas de los difuntos siervos de Dios”.
Mientras más grandes sean el amor y la fe de los sacerdotes, más grande será el número de nombres por los que orarán en la proskomedia.
El padre Sabas el Confesor, una personalidad athonita contemporánea (1821-1908), parecía, físicamente, un ser endeble, un insignificante monje. Sin embargo, cuando oficiaba la Divina Liturgia, su rostro alumbraba como la luz de un ángel.
En la proskomedia, oraba por un “sinfín” de personas. Utilizaba un disco muy grande y se pasaba dos o tres horas cortando partículas del prosforon y mencionando nombres.
—¡Venerable padre, es muy extenuante que cada Liturgia repita esa larga lista de nombres! —le decían algunos monjes.
—Eso no me cansa, hijo. Al contrario, me llena de una gran alegría. Es de gran ayuda para quienes son mencionados. Y eso me causa un júbilo indescriptible.
Siendo joven, el padre Sabas se hizo digno de tener una revelación, por la cual se le mostró cuán beneficioso es para las almas de los difuntos que se les recuerde en la Divina Liturgia. Por eso, poco antes de morir, decidió dejar por escrito aquel suceso milagroso, como respuesta para quienes le preguntaban por qué oraba por tantas personas.
«En 1843, me dieron una lista de nombres para que orara por ellos durante 40 liturgias. El día en que me tocaba oficiar la última de ellas, cuando estaba esperando a mi padre espiritual para poder leer las oraciones iniciales, me recliné un poco sobre una silla y cerré los ojos por un momento. ¿Qué fue lo que vi a continuación? Me vi vestido con mis vestiduras sacerdotales, de pie, frente a la Santa Mesa, sobre la cual estaba el Santo Disco, lleno con la Sangre de Cristo. Entonces, vi un ángel del Señor, con el aspecto de un sacerdote, quien tomó del proskomediario la lista con nombres y se acercó a la Santa Mesa. Ahí, después de poner la lista junto al Santo Disco, tomó la cucharilla y la sumergió en la Sangre de Cristo, para después proceder a borrar un nombre. Y así, sucesivamente, hasta que aquella hoja de papel quedó completamente en blanco.
Después de la Divina Liturgia, fui a buscar a mi confessor y le conté la visión que había tenido. Y me dijo:
—No eres digno de que se les perdonen los pecados a aquellos a quienes mencionas en la Liturgia. Es por obra de la fe que les son perdonados.
Esa visión es el motivo por el cual oro por tantas personas».
(Traducido de: Minuni şi descoperiri din timpul Sfintei Liturghii, Editura Egumeniţa, 2000, pp. 24-25)