Ciertamente, en una discoteca hay muchas cosas malas. En primer lugar, no hay luz, y nuestra vida debe desarrollarse en la luz. En segundo lugar, la música que se baila en esos lugares suele tener un trasfondo negativo, relacionado, inevitablemente, con el maligno. En muchos casos, se trata de música en inglés, que, la entendamos o no, hace referencia al cielo, el infierno, lo sacro e incluso a nuestro Señor, de una forma despectiva o blasfema. Eso lo sabemos todos. Así es esa música. Otro aspecto es que, en las discotecas, las cosas que se hacen no son necesariamente buenas. Las chicas se desvisten, los chicos fuman y beben, etc. Yo mismo entré alguna vez a uno de esos lugares y pude comprobar esto que les digo. No es fácil hablar de esas cosas… son lugares donde se puede “pescar” muchas almas, porque el maligno es muy ingenioso cuando persigue un fin. Por eso digo que los sacerdotes somos culpables, porque no inventamos casi nada… tendríamos que inventar métodos para atraer a las personas, a los jóvenes. Si no somos capaces de hacerlo, nos quedaremos solos con el grupo de fieles que frecuentan cada parroquia. Un sacerdote no puede hacer nada sin un equipo de fieles que le ayuden. Y ese equipo somos nosotros, quienes nos entendemos y asistimos a la Liturgia. (...)

¿Es bueno asistir a un baile, o es lo mismo que en la discoteca?

—No es exactamente como una discoteca, pero se le asemeja mucho. A ver, cada uno escucha la música que le pide su nivel de desarrollo espiritual. Algunos escuchan música clásica; otros, música bizantina, y hay algunos que no escuchan ningún tipo de música. Son esos que ya no necesitan escucharla.

Acaba de mencionar la música clásica… ¿La considera una música “inferior”? ¿No es bueno escucharla?

—No puedo entrar a hacer valoraciones de si es inferior o superior. Todo consiste en que podamos llegar al nivel que tenemos que llegar. No es de mi competencia decir si es buena o mala. No podemos condenar a quienes la escuchan… Lo importante es que no bajen de ese nivel, sino que sigan para arriba, hasta superar la necesidad de tener que escuchar música.

(Traducido de: Părintele Nicolae Tănase, Soțul ideal, soția ideală, Editura Anastasis, Sibiu, 2011, pp. 79-81)