Por qué merece la pena vivir la vida
La vida no es algo abstracto, un simple producto de nuestra mente; es, al contrario, algo concreto, una realidad. La vida existe en el cosmos.
Luchemos y seamos sinceros: cualquier momento adverso pasará y las alegrías volverán a nacer. La vida merece ser vivida porque tiene alegría, tiene luz. Todo, con una condición: no vivirla en la periferia, sino profundamente, en esencia.
La vida no es algo abstracto, un simple producto de nuestra mente; es, al contrario, algo concreto, una realidad. La vida existe en el cosmos. La vida es búsqueda, es creación, es armonía. La vida es cambio y, sin embargo, permanencia.
La razón es incapaz de abarcarla; no puede, porque ella misma está en la vida. La razón fragmenta, destruye la vida. La vida comprende a la razón.
La esfera de la vida es más grande que la de la razón. Cuando decimos “vida”, afirmamos todos los elementos y características de la existencia, es decir: realidad, equilibrio y armonía; razón, libertad y creación. Nuestro ser debe inclinarse hacia la vida. Solo así puede realizarse.
Para vivir y englobar el sentido de todo lo que existe, es necesario tener el sentido y el significado de la vida. Este es un misterio del mundo: lo que está vivo guarda la existencia, porque también lo que creemos que está muerto, la mayoría de veces, en realidad, está vivo.
La vida es un misterio insondable. Por tal razón, no hay que analizarla ni tratar de expresarla con palabras, sino simplemente vivirla. Solamente aquel que vive en verdad, sabe lo que es la vida.
Aprendamos a conocerla. El conocimiento significa comprender el todo de un solo golpe: es vivir la experiencia directamente, sin intermediarios. Conocer significa vivir, pero no biológicamente, sino de forma metafísica.
(Traducido de: Ernest Bernea, Îndemn la simplitate, Editura Anastasia, 1995, pp. 122-123)