Palabras de espiritualidad

Por qué no debemos creer en los sueños

  • Foto: Oana Nechifor

    Foto: Oana Nechifor

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Lo mejor es no creer en figuraciones o sueños, aunque tengan el aspecto de apariciones divinas, porque en vez de sol podríamos recibir humo, y grande es el peligro de ser engañados.

Ya que algunos, por creer en lo que sueñan, han terminado desviándose del camino correcto, debo recordarles que no debemos creer en los sueños, porque son cosas efímeras como el paso del viento, y además no tienen nada de verdad en ellos, ya que muchas veces son como pensamientos perdidos, semejantes muchas veces a las ilusiones con las que el demonio busca engañarnos. Por eso es que a muchos los llevan a caer en pecado.

Dijo el Apóstol Judas: “Estos, alucinados en sus sueños, manchan su cuerpo y desprecian la autoridad” (Judas 1, 8). Y el Eclesiástico subraya: “Vanas y engañosas son las esperanzas del insensato; los sueños dan alas a los tontos. (…) Del impuro, ¿cómo saldrá cosa pura?; y del mentiroso, ¿qué verdad puede salir? Adivinaciones, augurios y sueños son cosas vanas; puras fantasías, como las de mujer en parto. A no ser que sean enviados del altísimo, no hagas caso de ellos” (Eclesiástico 34, 1-6). Y es que muchos han caído, engañados por sus sueños. Aunque viéramos luces o llamaradas, no nos dejemos engañar, porque eso es justamente lo que pretende el maligno. Dice San Pablo: “(El demonio) también puede presentarse como un ángel de luz”.

Así las cosas, lo más importante es que, antes de dormir, oremos para alejar al maligno. También hay otras clases de sueños, como dice Job: “Dios habla una vez, y dos no lo repite. En sueños, en visiones nocturnas, cuando un letargo a los hombres invade reclinados en su lecho, entonces abre Él el oído del hombre, y con apariciones le estremece”. (Job 33, 14-16). En todo caso, lo mejor es no creer en figuraciones o sueños, aunque tengan el aspecto de apariciones divinas, porque en vez de sol podríamos recibir humo, y grande es el peligro de ser engañados.

(Traducido de: Proloagele, volumul I, Editura Bunavestire, p. 530)