No consigo entender cómo es que las personas no le piden Su paz al Señor. Él nos ama tanto, que nunca rechazará lo que le pedimos. Hubo un tiempo en el que yo ignoraba esto, y pensaba: “¿Es psoible que el Señor me siga cuidando, a pesar de entristecerlo tanto?”. Pero, cuando mi alma se llenó del amor de Dios y de la dulzura del Espíritu Santo, me sentí tan rebosante, que si el Señor me hubiera preguntado: “¿Quieres que te dé un poco más de Mi amor y de la Gracia del Espíritu Santo?”, mi alma seguramente habría respondido: “Señor, como puedes ver, me has dado tanto... ¡hasta podría morir!”. Si tan grande es la maravillosa piedad del Señor por un pecador, ¿qué podríamos decir de los santos? ¿Qué clase de don tienen ellos? Alguien podría decir: “¿Entonces por qué el Señor no me ama tanto y no me concede semejante don también a mí?”. Un día, un anciano le preguntó a San Antonio el Grande: “¿Dime, padre Antonio, por qué, esforzándote menos que yo, recibes una gloria mayor que la mía?”. Y San Antonio respondió: “Porque amo a Dios más que tú”.

(Traducido de: Sfântul Siluan Athonitul, Între iadul deznădejdii și iadul smereniei, Editura Deisis, Sibiu, pp. 161-162)