¿Por qué no viene Dios y me sana de una vez?
Es necesario humillarnos y reconocer, cada día, nuestras debilidades y limitaciones, asumiendo el yugo del sufrimiento con paciencia.
La Gracia de Dios, ciertamente, obra. A todos, incluso a los más enfermos, Dios puede sanarlos inmediatamente. A los lisiados, hacerlos caminar con normalidad. A los ciegos, devolverles la vista. A los dementes, restituirles la razón. Pero ¿por qué Él no lo hace? El lisiado lo es para toda su vida. ¿Por qué? Porque esa es la forma que Dios tiene para hacernos humildes, esta es la cruz que le da a cada quien. Aunque también es posible que tú mismo te hayas elegido esa cruz. Es muy posible.
Debemos hacernos humildes. Por eso fue que Dios no te permitió que pudieras ver con ambos ojos, sino solamente con uno. O que no puedas oir correctamente... Pero todos somos, de alguna forma, sordos, ciegos, rencos, tullidos... Cada uno debe cargar con su cruz. También el enfermo psíquico debe llevar su propia cruz.
Yo sufro de presión arterial alta, debo tomar pastillas. El Señor podría sanarme, darme una tensión normal. Sin embargo, Él considera que lo mejor es que las cosas sigan como están, y no sanarme milagrosa e inmediatamente. No soy digno de semejante milagro. Insisto, es necesario humillarnos y reconocer, cada día, nuestras debilidades y limitaciones, asumiendo el yugo del sufrimiento con paciencia.
Lo mismo ocurre con cualquier otra enfermedad, incluso mental. El Señor puede sanarte, sólo que, por un tiempo o para toda tu vida, Él cree que lo mejor es que uses algún medicamento. Esto no significa que los medicamentos vienen a sustituir la Santa Comunión. Yo mismo comulgo, vivo con la Gracia de Dios, pero esto no significa que deba renunciar al tratamiento que mencioné. Es necesario. Dios puede sanarme, pero cree que lo mejor es no hacerlo.
(Traducido de: Protoiereu Vladimir Vorobiev, Duhovnicul și ucenicul, Editura Sophia, București, 2009, pp. 99-101)