Palabras de espiritualidad

Profecías mesiánicas en los “Profetas Menores”

    • Foto: Oana Nechifor

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Los Profetas Menores predijeron distintos momentos y hechos de la vida de Jesús, que luego habrían de hacerse realidad, cada uno a su debido tiempo.

Los Profetas Menores predijeron distintos momentos y hechos de la vida de Jesús, que luego habrían de hacerse realidad, cada uno a su debido tiempo.

Oseas profetizó el llamado del Niño en Egipto: “Cuando Israel era niño, yo le amé, y de Egipto llamé a Mi Hijo” (Oseas 11, 1). Se trata de la huida y regreso de Egipto del Niño Jesús. Después escribe, sobre la primacía del amor: “Porque yo quiero amor, no sacrificio” (Oseas 6, 6), sobre el regreso de los judíos a la fe y al Señor (Oseas 3, 5).

Joel ve en el Mesías al Maestro de la justicia y habla del descendimiento del Espíritu Santo, hecho ocurrido en el Pentecostés (Joel 3, 1).

Jonás es un símbolo mesiánico de la muerte y resurrección de Cristo, al haber vivido durante tres días en el vientre de la ballena.

Miqueas demuestra que el Señor habría de nacer en Belén y que Su linaje es original, desde los días de la eternidad: “Mas tú, Belén Efratá, aunque eres la menor entre las familias de Judá, de ti me ha de salir aquel que ha de dominar en Israel, y cuyos orígenes son de antigüedad, desde los días de antaño” (Miqueas 5, 1).

Acudirán naciones numerosas y dirán: «Venid, subamos al monte del Señor, a la Casa del Dios de Jacob, para que Él nos enseñe Sus caminos, y nosotros sigamos Sus senderos». Pues de Sión saldrá la Ley, y de Jerusalén la palabra de Dios. Él juzgará entre pueblos numerosos, y corregirá a naciones poderosas; forjarán ellas sus espadas en azadones, y sus lanzas en podaderas. No blandirá más la espada nación contra nación, ni se adiestrarán más para la guerra. Se sentará cada cual bajo su parra, y bajo su higuera, sin que nadie le inquiete, ¡la boca de Dios Sabaot ha hablado!” (Miqueas 4, 2-4).

Zacarías profetizó la entrada del Señor en Jerusalén el Domingo de Ramos, como un rey humilde montado sobre un borrico. El pacto que implicaba la promesa mesiánica hecha al rey David habría de cumplirse en la ciudad de Jerusalén: “Salta de júbilo, hija de Sión; alégrate, hija de Jerusalén, porque tu rey viene a ti: justo y victorioso, humilde y montado en un asno, joven cría de una asna” (Zacarías 9, 9). La profecía se cumpliría palabra a palabra con la entrada solemne de Jesús en la ciudad santa, Jerusalén. El borrico, a diferencia del corcel utilizado en la guerra, simboliza el mensaje de paz del rey Mesías. Zacarías también habló de Jesús como el Buen Pastor, Quien fuera vendido por treinta monedas (Zacarías 11, 12-13).

En nuestros días aún podemos ver el sepulcto de Zacarías, que consta en un imponente mausoleo situado al oriente del Valle de Cedrón, llamado también el Valle de Josafat, al pie del Monte de los Olivos, junto a las tumbas de Absalón y Bnei Hazir (hacia el sur). Es un monumento funerario hecho totalmente de roca, esculpido en las paredes del despeñadero de aquel lugar.

Malaquías, hablando de la institución de un sacrificio nuevo (la Eucaristía) y de la venida del Predecesor del Mesías: “Yo enviaré mi mensajero a reparar el camino delante de mí; pronto vendrá a su templo el Señor, a quien vosotros buscáis; el ángel de la alianza, por quien tanto suspiráis, ya está para llegar, dice el Señor Todopoderoso” (Malaquías 3, 1).