Propósito de cada día
Lucho para renunciar a mí mismo, para hacerme humilde y aceptar la humillación con alegría, sabiendo que es la más grande de las virtudes y el arma más poderosa para vencer a cualquier enemigo.
Lucho para renunciar a mí mismo, para hacerme humilde y aceptar la humillación con alegría, sabiendo que es la más grande de las virtudes y el arma más poderosa para vencer a cualquier enemigo.
Con un arrepentimiento diario y atento, espero que mi alma llegue a transformarse. Busco la forma de ayudar a los más débiles, amándolos y olvidándome de mí mismo. ¡Oh, Jesús, muéstrame Tu luz, el camino al Cielo! Nadie me puede apartar de este deseo de unirme a Ti con la purificación de mi alma, por medio de Tu Cuerpo y Sangre, misma que derramaste por mis pecados. Ayudaré a mi prójimo, con la conciencia de que estoy sirviendo al Dios que vive en su alma. (...)
No quiero que de mi boca vuelva a salir algo que pueda ofender a mi prójimo. Lleno de atención, no pronunciaré palabra alguna y, guardando la paz de mi alma en cualquier circunstancia, no responderé a ninguna provocación, para cumplir con la voluntad del Señor.
(Traducido de: Jurnal duhovnicesc, Editura Bizantină, București, 1997, p. 143-144)