A propósito de la bondad de un santo
Debido a su enorme humildad, a pesar de ser un jerarca de la Iglesia, también salía a apacentar ovejas.
¿Qué más se puede decir de San Espiridón? Tan grande era su piedad, que fue considerado digno de ser un pastor de hombres, heredando el obispado de Tremitunte, Chipre. Y, debido a su enorme humildad, a pesar de ser un jerarca de la Iglesia, también salía a apacentar ovejas. En verdad, se pueden contar muchas cosas de la vida de San Espiridón, pero interaremos recordar solamente lo que sigue :
Cierta vez, siendo ya de madrugada, unos bandidos entraron al establo y comenzaron a atar las ovejas, para sacrificarlas y llevárselas. Pero Dios, Quien salva al pastor, protegió también a las ovejas. Porque los malhechores, como por acción de una extraordinaria fuerza invisible, en un momento se vieron maniatados e inmovilizados. Al amanecer, cuando San Espiridón entró al establo, encontró a los maleantes tendidos en el suelo y con las manos atadas por la espalda. Entendiendo lo que había ocurrido, el santo comenzó a desatarlos uno a uno, mientras oraba. Después los exhortó a ganarse el pan con el esfuerzo digno y a no arrebatarlo con injusticia. Y antes de invitarlos a partir, les regaló un borrego, agregando, con una sonrisa, “Para que luego nadie diga que os habéis desvelado en vano”. Este es uno de los tantos y conocidos milagros de San Espiridón.