A propósito de la embriaguez como pecado
Dios rechaza la embriaguez, porque hace que el Espíritu Santo se vaya del hombre, privándolo de Su don.
Los escribas y los fariseos veían los milagros obrados por Cristo y, en vez de iluminarse, se encendían en un odio y en una animadversión tan grandes, que desesperadamente buscaban la ocasión para librarse de Él, matándolo. ¿Por qué? Porque el odio es una gran oscuridad. ¿Qué dice el Evangelista Juan? “El que odia a su hermano anda entre tinieblas y la oscuridad lo ciega”. ¿Cuáles son esas tinieblas? El odio, la envidia, la embriaguez. San Efrén el Sirio dice: “Tanto Noé como Lot, a quien Dios sacó de Sodoma, cometieron pecados muy graves, uno con las blasfemias y el otro cayendo en falta con sus propias hijas. ¡Y cuánta oscuridad trajo la embriaguez a sus almas!”. Por eso es que, agrega San Efrén, Dios rechaza la embriaguez, porque hace que el Espíritu Santo se vaya del hombre, privándolo de Su don. Esta es la oscuridad que aparta al Espíritu Santo.
(Traducido de: Ne vorbește Părintele Cleopa, volumul 16, Editura Mănăstirea Sihăstria, pp. 52-53)