Que cada día sea un diálogo continuo con Dios
No basta con respetar los cánones de oración que hacemos en nuestro hogar y asistir a la iglesia. Como dice el Señor, tenemos que aprender a orar todo el tiempo.
Dios nos enseña a orar sin descanso. “Orad incesantemente” (I Tesalonicenses 5, 17). También el venerable Isaac el Sirio dice: “Si no oramos sin cesar, no nos podremos acercar a Dios”. Por eso, no basta con respetar los cánones de oración que hacemos en nuestro hogar y asistir a la iglesia. Como dice el Señor, tenemos que aprender a orar todo el tiempo. ¿Cómo?
Este es el consejo del obispo Teófano el Recluso: «Durante el día, oremos a Dios constantemente, usando pocas palabras, en función de nuestro estado espiritual y de nuestras actividades. Por ejemplo, al empezar cualquier trabajo, digamos: “¡Bendice, Señor!”. Al terminar: “¡Gloria a Ti, Señor!”, y no solamente con la boca sino también con el corazón. Y, así, con todo. O repitamos varias veces al día: “¡Señor, ten piedad!”, o “¡Santísima Madre de Dios, apiádate de mí!”. También podemos decir: “¡Ángel de Dios, mi santo protector, ampárame!” O podemos orar con otras palabras, pero hagámoslo continuamente, desde el fondo del corazón».
(Traducido de: Nikolaj Evgrafovich Pestov, Cum să ne creștem copiii: calea spre desăvârșita bucurie, traducere din limba rusă de Lucia Ciornea, Editura Sophia, București, 2005, p. 52)