Que de nuestra boca no salga murmuración alguna contra nuestro semejante
“Amad a vuestros enemigos y orad por los que os persiguen, para que seáis hijos de vuestro Padre celestial, que hace salir el sol sobre buenos y malos y hace llover sobre justos e injustos” (Mateo 5, 44)
Si “el que habla en contra de un hermano o lo condena, habla en contra de la Ley y la condena” (Santiago 4, 11), y la ley de Cristo es el amor, entonces, el que difama se aparta del amor de Cristo, renunciando a Su eterna misericordia. Que tu oído no se deleite escuchando la lengua del murmurador, y que tu lengua no diga nada en contra de tu semejante en presencia del que ama murmurar, para no apartarte del amor y no verte ajeno a la vida eterna.
No aceptes (en tu alma) las burlas de otros en contra de tu padre espiritual y no invites a tu casa a aquel que se burle de él, para que el Señor no se enfade contigo y no te prive del mundo de los vivos.
Cierra la boca del que murmura contra otro en tu oído, para que no cometas con él un doble pecado: acostumbrarte a las pasiones que llevan a la muerte del alma, y permitir que el primero hable mal de su semejante.
“Amad a vuestros enemigos y orad por los que os persiguen, para que seáis hijos de vuestro Padre celestial, que hace salir el sol sobre buenos y malos y hace llover sobre justos e injustos” (Mateo 5, 44)
(Traducido de: Sfântul Maxim Mărturisitorul, Patru sute cugetări creştine, Editura Credinţa Strămoşească, 1998, tipărite cu binecuvântarea Prea Sfinţitului Calinic, Episcopul Argeşului, p. 53)