¡Que Dios se acuerde de todos nosotros en Su Reino!
La oración en memoria de los demás abraza a la Iglesia entera, uniéndonsos a todos, vivos y difuntos, en el “recuerdo” de Cristo.
En la actual estructura de la Divina Liturgia, el Himno de los Querubines, que acompaña a la procesión con los Santos Dones, en el marco de la Gran Entrada, es interrumpido con la entonación de las letanías, tomando como modelo la oración que el ladrón le dirigió al Señor en la cruz: “Acuérdate de mí, Señor, cuando vengas con Tu Reino” (Lucas 23, 42).
Que Dios se acuerde de uno en Su Reino significa recibir la vida del poder de Su amor, recibir el don de la vida eterna. También a nivel de las relaciones entre las personas, acordarme de alguien significa darle vida en mi corazón. Pero esta forma de recordar a alguien no tiene la fuerza necesaria para darle vida en verdad, no es activa hacia los demás, sino que responde a mi subjetividad. Una cosa totalmente distinta es que el Dios Eterno se acuerde de ti, porque Él es el Creador de los Cielos y la tierra. Asumiendo la naturaleza humana, el Hijo de Dios se acordó de nosotros, y por eso nos atrevemos —como el ladrón crucificado a la diestra del Señor— a pedirle que nos recuerde en Su Reino, es decir, que nos haga partícipes de este.
Ante Cristo, Quien se sacrificó por todos y nos ordenó amarnos los unos a los otros, del mismo modo en que Él nos amó (Juan 13, 34), no es posible que cada persona piense de forma egoísta, solamente en sí misma. Por eso, la oración en memoria de los demás abraza a la Iglesia entera, uniéndonsos a todos, vivos y difuntos, en el “recuerdo” de Cristo.