“Que el amor con que Tú me has amado esté en ellos y Yo en ellos”
Cuando llamamos el Nombre de Jesús entramos en la esfera de la Vida espiritual, y el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo nos son dados en este Nombre: “¡Señor Jesucristo, Hijo de Dios, sálvanos a nosotros y a Tu mundo!”.
El Nombre del Padre se conocía ya en el Antiguo Testamento, pero era contemplado en la oscuridad de lo que no se entiende. Cristo fue Quien, de forma concreta, nos dio a conocer el Padre. Él nos reveló las verdaderas dimensiones de lo que fuera revelando antes por Moisés y los profetas. “Yo estoy en el Padre y el Padre en Mí”. “Yo y el Padre somos uno”. “Yo les he dado a conocer tu Nombre y se los seguiré dando a conocer, para que el amor con que Tú me has amado esté en ellos y Yo en ellos”. El conocimiento del Nombre del Padre significa, igualmente, conocer Su amor paterno para con nosotros. Cuando llamamos el Nombre de Jesús entramos en la esfera de la Vida espiritual, y el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo nos son dados en este Nombre: “¡Señor Jesucristo, Hijo de Dios, sálvanos a nosotros y a Tu mundo!”.
Llamar el Nombre de Jesús, conociendo de la mejor forma posible lo que Éste encierra, significa unirse en verdad con el Dios Trino. Y este Dios se nos reveló en Su nueva relación con el hombre, no como Creador, sino como Redentor del mundo. ¡Señor Jesucristo, Hijo y conjuntamente eterno con el Padre, ten piedad de nosotros!
(Traducido de: Arhimandritului Sofronie, Sa vie est la mienne, Éditions du Cerf, 1981)