Uno de los cantos de la ceremonia ortodoxa de entierro está redactada en nombre del reposado, quien le pide a los que le sobreviven que oren por él:

"Viéndome yacer sin voz y sin aliento, lloren todos por mí, hermanos y amigos, parientes y conocidos, porque ayer podía hablar con Ustedes y sin aviso me llegó el terrible momento de morir. Vengan todos los que me amaron y bésenme con el último beso, porque de hoy en más no podré ya caminar, ni hablar más con Ustedes. Porque voy encontrarme con el Juez, donde no hay parcialidad, porque en ese lugar siervo y señor juntos están, el emperador junto al soldado, el rico y el pobre en el mismo sitio; y cada uno, de acuerdo a sus obras será enaltecido o avergonzado. Y les pido a todos con devoción, oren sin cesar a Cristo Dios por mí, para que no sea enviado, por mis pecados, al lugar del tormento, sino que pueda llegar allí donde está la luz de la vida."

Estas palabras nos muestran qué es lo que más espera el difunto de sus familiares y amigos: no un funeral pomposo, tampoco palabras de condolencia, ni manifestaciones de duelo, sino una oración ferviente, por cuyo medio su alma pueda llegar a las manos de Dios

(Traducido de: Ilarian Alfeyev, Mitropolit de Volokolamsk, Taina credinței. Introducere în teologia dogmatică ortodoxă, Editura Doxologia, p. 336)