Yo entiendo que tener un corazón puro consiste no sólo en no dejarse perturbar por las iniquidades, sino también en controlar los pensamientos, recordándose siempre de Dios con un amor incontrolable. Porque sólo cuando hay una fuente pura de luz puede el ojo ver con claridad, cuando no hay ningún obstáculo en su camino.

Un corazón puro es ese que no tiene sitio para ningún pensamiento mundado, porque vive tan entregado a Dios y se mantiene tan unido a Él, que no puede ya recordarse de nada de las cosas de este mundo, ni siquiera de esas que provocan alegría, sino que se mantiene en contemplación como hallándose en el tercer cielo y es llevado al Paraíso (II Corintios 12, 2-4), conociendo la herencia de las bondades prometidas a los santos, y deviene en testigo de los bienes eternos, en cuanto es posible a la naturaleza humana.

Este es el verdadero signo del corazón puro y una muestra segura por la cual la persona puede conocerse a sí misma y la medida de su pureza, como viéndose ante un espejo.

(Traducido de: Sfântul Simeon Noul Teolog, Cele 225 de capete teologice şi practice, traducere, introducere şi note de Pr. Prof. Dumitru Stăniloae, în „Filocalia”, volumul VI, Editura Institutului Biblic și de Misiune Ortodoxă, Bucureşti, 1977, pp. 70-72)