Palabras de espiritualidad

¡Qué fácilmente etiquetamos de “traviesos” a nuestros hijos!

  • Foto: Oana Nechifor

    Foto: Oana Nechifor

Al niño le afecta profundamente esa etiqueta de “travieso”. ¿Para qué estigmatizar así a tu propio hijo?

Los padres de familia —y los adultos, en general— suelen acusar a los niños, con demasiada ligereza, señalándoles: “¡Eres muy travieso!”. En el 99% de casos, se trata de una grosera exageración que evidencia la falta de cuidado ante la sensibilidad del pequeño. Al niño le afecta profundamente esa etiqueta de “travieso”. ¿Para qué estigmatizar así a tu propio hijo?

Imaginemos que nos hallamos en la sala de espera de cualquier aeropuerto, sentados, viendo lo que ocurre a nuestro alrededor. Notaremos que todos los niños pequeños, de entre uno y siete años, en vez de caminar, corren. La forma normal, natural, que tiene el niño para desplazarse, es correr. Pidámosle a un niño que nos traiga un juguete de la otra habitación o la hoja que acaba de caer del árbol del jardín, y veremos cómo va y vuelve... corriendo. ¿Es posible imaginarse a un niño de tres años caminando solemne y pausadamente, como si fuera un adulto? Con todo, ¡los adultos solemos llamar “traviesos” a los niños, solamente porque corren! Lo mismo pasa con la risa. Los niños sienten ese impulso natural de sonreír y celebrar con risas cualquier cosa. Un niño que se siente amado y en terreno seguro sonríe, ríe, es feliz. Luego, es absurdo y anormal prohibirle a un pequeño que se eche a reír, sin importar cuántos vecinos se sientan “alterados” por ello. O ponerle, sin pensarlo, la etiqueta de “malo” o “travieso”.

(Traducido de: Michiela Poenaru, Eu te-am făcut, eu te omor, Editura Coresi, p. 87-88)