¡Qué grande es el don del silencio!
¡Qué grande es el don del silencio! Callando, nos ibramos de juzgar, de condenar y de hablar inútilmente. Al contrario, callando aprendemos a orar. Nuestros padres pronunciaban “siete palabras al día”, como se dice popularmente, pero sus corazones oraban sin cesar. Si ponemos frente a nosotros nuestros propios pecados, el momento de la muerte y del juicio, poco a poco obtendremos el don del silencio y la oración.
Hieromonje Paisos Olaru, Monasterio Sihăstria (1897-1990)
Esto decía el anciano, refiriéndose a la importancia del silencio:
Recordemos lo que decía nuestro Señor, “de toda palabra vana que hablen los hombres, darán cuenta de ella en el día del juicio”. Un santo padre afirmaba: “cada vez que he hablado, me he arrepentido”. ¡Qué grande es el don del silencio! Callando, nos ibramos de juzgar, de condenar y de hablar inútilmente. Al contrario, callando aprendemos a orar. Nuestros padres pronunciaban “siete palabras al día”, como se dice popularmente, pero sus corazones oraban sin cesar. Si ponemos frente a nosotros nuestros propios pecados, el momento de la muerte y del juicio, poco a poco obtendremos el don del silencio y la oración. Pidámosle a Dios, haciendo nuestras aquellas palabras de David: “Señor, pon guarda a mi boca; vigila la puerta de mis labios.” (Salmos 140, 3)
(Traducido de: Arhimandrit Ioanichie Bălan, Patericul Românesc, Editura Episcopiei Dunării de Jos, 1998, p. 709)