Palabras de espiritualidad

¿Qué hacemos para defendernos del maligno, si no utilizamos el arma de la oración?

  • Foto: Oana Nechifor

    Foto: Oana Nechifor

La oración debe ser practicada continuamente, día y noche, con la boca, con la mente y con el corazón. No dejemos nuestra mente sin ocupación.

Tenemos que cultivar la atención y también la oración. La primera ayuda a la segunda, tal como una mano ayuda a la otra. La atención trae oración y la oración trae atención. La oración debe ser repetida continuamente, sea con la mente o con la boca. Interrumpir la oración o mostrarnos indiferentes ante ella es algo semejante a aquel hombre que camina con un arma sobre el hombro, mientras su enemigo lo busca para matarlo. (...)

Leyendo oraciones o pronunciándolas con tu boca, golpeas al maligno en la cabeza, en los pies, en las manos. Por medio de la “oración con la mente” lo golpeas en el corazón; por eso es que él reacciona con tanta vehemencia. La oración debe ser practicada continuamente, día y noche, con la boca, con la mente y con el corazón. No dejemos nuestra mente sin ocupación. Tenemos que ocuparla con la oración o con la contemplación, porque, de lo contrario, el enemigo colocará todas sus huestes en posición de ataque, listo para destruir nuestra atención.

Repitamos siempre esta sencilla plegaria: “¡Señor Jesucristo, Hijo de Dios, ten piedad de mí!”, porque esta oración santifica la boca, lo etéreo y también el lugar en donde es pronunciada. Debido a que la labor de nuestra mente es escasa, nuestras peticiones no son cumplidas. Por eso, buscamos que se nos cumplan repitiendo cualquier palabrería, con bromas y con cualquier otra manifestación exterior.

(Traducido de: Avva Efrem Filotheitul, Sfaturi duhovnicești, traducere de Părintele Victor Manolache, Editura Egumenița, Alexandria, 2012, pp. 41-42)