¿Qué hacer cuando alguien nos decepciona?
Con todo, lo ideal es que esa decepción sea —de alguna manera— la base del entendimiento, del amor. Quien resiste, asumiendo diez decepciones, y aún así amando al que le ha engañado, tiene grandes posibilidades de amar a esa persona hasta el Día del Juicio.
Sigue decepcionándote, hasta que dejes de engañarte. La decepción es cosa tuya. Mi decepción es cosa mia... nadie podría engañarme si yo no me dejara. Y toda decepción es una cosa buena, un servicio. ¡Deberíamos besarle la mano y la mejilla al que nos decepciona, abrazarlo con agradecimiento, anotar su nombre para recordarlo siempre en nuestras oraciones y, después, separarnos! Pero elegir seguir viviendo con alguien que es especialista en decepcionarte —incluso, con placer— me parece demasiado. Aprendamos desde la primera lección: nos engañamos porque vivimos llenos de expectativas y pretensiones respecto a los demás y quisiéramos que todos fueran como esperamos, como deseamos ser también nosotros mismos. Así, lo único que conseguimos es engañarnos...
Con todo, lo ideal es que esa decepción sea —de alguna manera— la base del entendimiento, del amor. Quien resiste, asumiendo diez decepciones, y aún así amando al que le ha engañado, tiene grandes posibilidades de amar a esa persona hasta el Día del Juicio. Mientras eso ocurre, deberás repetirle, cada vez, que te duele su comportamiento y que has elegido perdonarle, sugiriéndole, también, que te pida perdón... Lo más importante es que asumas las consecuencias de ese comportamiento, sin acusar al otro por eso que has decidido tolerarle. Si has elegido ese camino, debes saber asumirlo...
Ciertamente, no podemos vivir solos, porque la vida es comunión. Y la soledad, muerte. Cuando sufrimos en una relación, es como si muriéramos, pero se trata de una muerte seguida por una resurrección. ¿Muero para una forma de ser centrada sólo en mí y resucito para el otro? Recuerda, nadie se libra de morir. Sólo en la Resurrección postrera nos libraremos de la muerte. Pero podemos elegir entre morir solos y tristes, con la única compañía de un gato de pedigrí, o morir vivos, rodeados de seres que nos aman y a quienes amamos, a pesar de las heridas que nos podamos haber provocado mutuamente y las decepciones que hayamos podido atravesar a lo largo del tiempo.
(Traducido de: Monahia Siluana Vlad, Deschide Cerul cu lucrul mărunt, Editura Doxologia, Iași, 2013, pp. 96-97)