Muchos malentendidos y peleas aparecen cuando las personas se ofenden unas a otras, provocándose dolor en el alma y sufrimiento. Una palabra dicha con amor puede hacer de un lobo un cordero.

En la familia debemos hablar con mucha calma. Recuerdo un caso extraído de la vida del Beato Agustín. Su madre era una mujer muy humilde, mientras que su padre era un hombre iracundo. A menudo provocaba a quienes estaban en la casa a discutir, de manera que parecía que el escándalo sería inevitable, aunque después se tranquilizaba. Los amigos de aquella sufrida mujer le preguntaban:

“—¿Cómo consigues vivir en paz con tu esposo? Siempre te trata con dureza, pero tú nunca le respondes.”

“—Cuando veo que mi esposo se irrita y crea una situación desagradable, me dirijo a Dios, diciendo: «Señor, dale paz a esta alma y hazla humilde. Sólo Tú sabes cómo hacerlo». Orando así, con toda mi alma, veo cómo rápidamente él se sosiega, y la paz vuelve a nuestro hogar.”

Hagan ustedes lo mismo y no tendrán que soportar jamás ningún escándalo. Estén siempre en paz.

(Traducido de: Îndrumar creştin pentru vremurile de azi: convorbiri cu Părintele Ambrozie (Iurasov) ,vol. 2, Editura Sophia, 2009, p. 255)