Palabras de espiritualidad

¿Qué hacer cuando nos desprecian esos a quienes hemos ayudado?

    • Foto: Oana Nechifor

      Foto: Oana Nechifor

Alégrense, porque si los desprecian aquellos a quienes ustedes han hecho el bien, más los están honrando.

Dios-Hombre, Jesucristo, hizo todo el bien a la humanidad, especialmente a sus coterráneos, los judíos, a quienes otorgó incontables y diferentes gracias.

Sin embargo, lo que recibió a cambio fueron tormentos, escupitajos, latigazos y desprecio; en la cabeza le pusieron una corona de espinas, le dieron de beber vinagre con hiel, y finalmente le dieron muerte en la cruz, que era la más vergonzosa forma de morir en aquella época.

No obstante, antes de ser crucificado les dijo a Sus discípulos: “Si a mí me han perseguido, también os perseguirán a vosotros; si han guardado mi Palabra, también la vuestra guardarán. (...) pero como no sois del mundo, porque yo al elegiros os he sacado del mundo, por eso os odia el mundo. (...) En verdad, en verdad os digo que lloraréis y os lamentaréis, y el mundo se alegrará. Estaréis tristes, pero vuestra tristeza se convertirá en gozo”.

Así las cosas, no se entristezcan. Al contrario, alégrense, porque si los desprecian aquellos a quienes ustedes han hecho el bien, más los están honrando. No olviden el ejemplo de aquellos que han luchado y sufrido por el amor, por la verdad y por la justicia, a quienes el Señor felicita, diciéndoles: “Bienaventurados seréis cuando os injurien, y os persigan y digan con mentira toda clase de mal contra vosotros... Alegraos y regocijaos, porque vuestra recompensa será grande en los cielos”.

El Señor oró por quienes le crucificaban, con estas palabras: “¡Perdónalos, Padre, porque no saben lo que hacen!”. Imitando el ejemplo del Señor, muchos santos, sabios y hombres juiciosos oraron por sus enemigos, por quienes les odiaban y les hacían el mal. Hagamos también nosotros lo mismo, para obtener esa recompensa celestial que se nos prometió.

(Traduciodo de: Ne vorbește părintele Filothei Zervakos, Editura Egumenița, 2007, p. 41)